La pregunta por el sentido de la vida ha sido uno de los ejes centrales de la filosofía moderna. Tanto Friedrich Nietzsche como Albert Camus coinciden en que no existe un propósito dado de forma automática, sino que es responsabilidad de cada individuo encontrarlo y cimentarlo con valentía y honestidad intelectual.
Nietzsche, en su crítica a los valores tradicionales, planteó que el ser humano debe crear sus propios valores tras el colapso de las certezas religiosas y morales. Para el pensador alemán, el Übermensch es aquel que asume la tarea de revaluar todas las cosas y erigir un sentido vital propio.
Por su parte, Camus, influido por el absurdo de la existencia, sostuvo que la vida carece de un significado intrínseco. No obstante, es precisamente en la aceptación de ese absurdo donde el individuo encuentra la libertad para forjar su propio proyecto de vida con plena conciencia de su finitud.
Ambos autores enfatizan el papel del coraje: Nietzsche aboga por la voluntad de poder como motor de creación; Camus, por la rebelión contra el sinsentido. En conjunto, su legado filosófico invita a una responsabilidad activa para dotar de propósito cada decisión y cada acto cotidiano.
Esta síntesis del pensamiento existencial ha sido recuperada en un reciente análisis de La Nación, donde se profundiza en la afinidad de sus perspectivas y en la relevancia de su mensaje para el individuo contemporáneo.