La fatiga de la compasión, también conocida como estrés traumático secundario, es un estado de agotamiento emocional, físico y psicológico que sufren los cuidadores y el personal de salud por la exposición constante al dolor ajeno. Según ABC, este fenómeno se manifiesta con una pérdida de empatía y un profundo desgaste personal.
Causas principales
- Contacto continuo con el sufrimiento: la atención a pacientes en crisis genera sobrecarga emocional.
- Exigencias laborales excesivas: jornadas prolongadas y alta presión impiden la recuperación.
- Apoyo institucional limitado: la falta de recursos y reconocimiento incrementa la vulnerabilidad.
- Alta empatía: la sensibilidad del profesional puede intensificar la carga emocional.
Síntomas frecuentes
- Emocionales: irritabilidad, tristeza, cinismo y desapego.
- Cognitivos: dificultad para concentrarse y pensamientos negativos persistentes.
- Físicos: cansancio crónico, insomnio y cefaleas.
- Conductuales: aislamiento, ausentismo y descuido de tareas.
Consecuencias y prevención
La fatiga de la compasión puede derivar en burnout, depresión y abandono de la profesión, afectando tanto la salud del profesional como la calidad de la atención.
Entre las estrategias para prevenirla y manejarla se recomiendan:
- Cuidado personal: descanso adecuado, ejercicio y alimentación balanceada.
- Establecimiento de límites: definir horarios de trabajo y aprender a decir “no”.
- Apoyo social y profesional: intercambio de experiencias con colegas y grupos de contención.
- Formación continua: talleres de manejo del estrés e inteligencia emocional.
- Mejoras institucionales: políticas de bienestar laboral y redes de apoyo efectivas.
Implementar estas medidas es fundamental para garantizar el equilibrio emocional de quienes dedican su vida a cuidar de los demás.