Cuando nuestro perro gruñe al acariciarlo, puede tratase de una respuesta a una sensación de dolor o molestia en una zona concreta, a un estado de estrés o simplemente a la necesidad de evaluar el contacto físico. Según abc, este comportamiento no debe interpretarse automáticamente como agresión intencional.
Para abordar esta señal, es fundamental observar el lenguaje corporal completo del animal: orejas hacia atrás, cola metida, rigidez muscular o mirada esquiva pueden indicar malestar. En caso de duda, consultar a un veterinario o a un adiestrador profesional ayudará a descartar problemas de salud y a enseñar técnicas adecuadas de manejo y refuerzo positivo que fomenten una experiencia de caricias libre de tensiones.