La inflamación crónica es una respuesta del sistema inmune que, a diferencia de la inflamación aguda, se mantiene activa de forma prolongada y puede afectar negativamente a múltiples órganos. Este proceso silencioso está implicado en la aparición de fatiga constante, alteraciones del estado de ánimo como irritabilidad y aceleración del envejecimiento celular.
Entre los principales factores que contribuyen a su desarrollo se encuentran una dieta alta en azúcares refinados y grasas saturadas, el sedentarismo, el estrés permanente y el desequilibrio en la microbiota intestinal. Adoptar una alimentación rica en antioxidantes, mantener una rutina de ejercicio moderado y gestionar el estrés a través de técnicas de relajación son estrategias clave para reducir la inflamación crónica y sus efectos.
La detección temprana mediante análisis de marcadores inflamatorios y una intervención oportuna pueden marcar la diferencia en el bienestar a largo plazo. Combinar hábitos saludables con seguimiento médico regular es la mejor fórmula para mantener el sistema inmune equilibrado y prevenir las consecuencias asociadas a la inflamación persistente, según explica abc.
