El acoso escolar, conocido como bullying, va más allá de una mera broma entre compañeros: sus víctimas pueden padecer trastornos de ansiedad, baja autoestima y dificultades de aprendizaje que persisten en la edad adulta. Expertos coinciden en que la identificación temprana de comportamientos agresivos y la intervención de la comunidad educativa son esenciales para frenar este fenómeno.
Según Última Hora, el bullying deja huellas que no siempre son visibles y subraya la necesidad de crear espacios seguros donde los estudiantes puedan denunciar sin temor. Padres y docentes deben recibir capacitación para reconocer señales de alarma, como aislamiento social o cambios en el rendimiento académico, y actuar de forma coordinada.
Además, se plantea la importancia de implementar programas de prevención en las escuelas que fomenten la empatía y el respeto. Solo a través de un enfoque integral —que incluya orientación psicológica, talleres de habilidades sociales y políticas institucionales claras— se podrá reducir la incidencia de este problema y proteger el bienestar de los menores.