En su artículo “El cristiano tiene identidad”, el autor enfatiza que la fe no solo define creencias personales, sino que conforma un sentido de pertenencia y comunidad que se refleja en el modo de vivir y de relacionarse con el entorno. Subraya la relevancia de los valores cristianos —como la solidaridad, el perdón y la compasión— para enfrentar los desafíos éticos y sociales del mundo moderno.
Asimismo, el texto plantea que esta identidad perdurable aporta estabilidad en un contexto de cambios constantes, permitiendo a los creyentes anclar sus acciones en principios sólidos y compartir un legado cultural que ha atravesado siglos. De este modo, la fe cristiana se convierte en un referente moral y cultural, capaz de ofrecer respuesta a las inquietudes de las nuevas generaciones.
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