Un análisis histórico muestra que geranios, ficus y violetas, tan comunes en los espacios interiores de Paraguay, tienen su origen en las expediciones coloniales europeas desde el siglo XVI. Introducidas por botánicos y misioneros ibéricos, estas especies se adaptaron primero a jardines aristocráticos en Europa y luego se diseminaron por América, convirtiéndose en un símbolo de estatus y control colonial.
Según abc, los primeros esquejes llegaron en las carabelas españolas y fueron cultivados en misiones jesuíticas, donde el botánico José Celestino Mutis documentó sus características y fomentó su reproducción. Con el tiempo, estos ejemplares se integraron a la identidad doméstica de la región, trascendiendo su función ornamental.
Hoy, expertos advierten que el impacto ecológico de estas introducciones exóticas no debe olvidarse: el intercambio de flora alteró ecosistemas nativos y plantea desafíos de conservación. El estudio propone promover una horticultura que reconozca tanto el valor patrimonial de estas plantas como la necesidad de proteger la biodiversidad local.