El 3 de junio de 2015, más de 200.000 personas inundaron las calles de Buenos Aires y otras ciudades argentinas para alzar la voz contra los feminicidios y la violencia de género, dando origen al movimiento Ni Una Menos. Convocado por periodistas, escritoras y activistas, este estallido social se convirtió en la cuarta ola del feminismo en el país, marcando un hito histórico en la conciencia colectiva.
Lucía Cavallero, portavoz de Ni Una Menos, rememora aquel día como “el inicio de una revolución sensible y masiva que transformó la tolerancia social frente a las violencias”. El movimiento tomó fuerza tras el asesinato de Chiara Páez, una joven de 14 años en Rufino, Santa Fe, hecho que encendió la chispa para la primera gran marcha en Argentina. EFE reportó que Ni Una Menos se consolidó sobre décadas de luchas de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito y las organizaciones surgidas tras la crisis de 2001.
En 2016, el movimiento convocó la primera huelga feminista, tejiendo alianzas entre sindicalismo y activismo de género bajo la consigna “Vivas, libres y desendeudadas nos queremos”. Durante la pandemia de COVID-19, a pesar de las restricciones, Ni Una Menos mantuvo su pulso activo y aportó impulso a la Marea Verde que logró la legalización del aborto.
Hoy, tras diez años de movilizaciones, asambleas y campañas, el colectivo enfrenta nuevos desafíos ante gobiernos de ultraderecha que niegan la violencia de género. Cavallero advierte que “el internacionalismo feminista es más necesario que nunca” y convoca a una manifestación multitudinaria el 4 de junio, en solidaridad con la protesta de jubiladas y jubilados frente al Congreso en Buenos Aires.
