El pasado 1 de junio de 2025, el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) lanzó la operación Telaraña contra aeródromos militares en las regiones siberianas de Irkutsk, Amur y otras cinco zonas, a más de 6.000 km de Kiev. Según el propio SBU, fueron destruidos o seriamente dañados más de 40 bombarderos estratégicos rusos (ABC), en lo que analistas describen como una “profunda humillación” para Moscú.
En Leópolis, capital de la región de Lviv, los ciudadanos salieron a las calles con pasteles y café para celebrar la noticia. “Por fin hay algún tipo de justicia después de tantas noches de explosiones y de noticias sobre nuestras víctimas”, declaró la publicista Olena Semeniak a EFE. Su tocaya, Olena Mikula, resaltó: “Esto levanta la moral de los ucranianos, agotada por los ataques diarios”.
Expertos en defensa coinciden en que el golpe rompe la narrativa de que esta guerra no se puede ganar. La analista Aliona Getmanchuk, del Centro Nueva Europa, afirma que el principio de “paz a través de fortaleza” puede aplicarse a Rusia si Kiev mantiene su determinación y capacidad de respuesta.
En el plano diplomático, el éxito de la operación refuerza la posición de Ucrania en la mesa de negociación, al mostrar que, pese a la inferioridad de recursos, puede infligir daños de gran impacto a la fuerza aérea rusa. El Gobierno ucraniano confía en que esta demostración de poder militar acelere el inicio de conversaciones que pongan fin al conflicto.
Contexto estratégico: La operación Telaraña se suma a una serie de ataques ucranianos de largo alcance diseñados para presionar a Rusia en varios frentes y garantizar la seguridad nacional de Kiev.