La industria de la minería de oro en Paraguay, en auge por los altos precios internacionales, está dejando una huella ambiental preocupante. Según un reciente informe, el uso intensivo de mercurio y cianuro para separar el metal precioso contamina ríos y acuíferos, con consecuencias irreversibles para la fauna y la flora de las cuencas afectadas. ABC destaca que los ecosistemas ribereños son los más vulnerables.
Los residuos mineros generados durante el proceso de trituración y lavado del mineral se acumulan en presas de lodos, donde la falta de control y mantenimiento incrementa el riesgo de derrames. Estos colapsos liberan metales pesados al medio ambiente, elevando la toxicidad de suelos agrícolas y afectando la salud de poblaciones cercanas, que sufren afecciones respiratorias y cutáneas.
Organizaciones ambientalistas y autoridades locales coinciden en que es urgente implementar normativas más estrictas y supervisar cada fase de la explotación. Proponen la sustitución de productos químicos peligrosos por alternativas menos nocivas, así como la restauración de áreas degradadas mediante programas de reforestación y monitoreo continuo de la calidad del agua.
En última instancia, equilibrar la rentabilidad del oro con la protección del entorno requiere diálogo entre el sector público, las empresas mineras y las comunidades originarias. Sólo así se podrá garantizar un desarrollo sostenible que preserve los recursos naturales de Paraguay para las generaciones futuras.