Singapur, con apenas 721 km² de superficie y sin materias primas, ha protagonizado una de las transformaciones económicas más sorprendentes del siglo XX y XXI. Tras alcanzar la independencia en 1965, el entonces primer ministro Lee Kuan Yew implementó un plan estratégico basado en la atracción de inversión extranjera directa, la creación de zonas francas y el desarrollo de un puerto marítimo de escala mundial. Según datos de ABC, el PIB per cápita de Singapur pasó de alrededor de US$500 en la década de 1960 a más de US$65.000 en 2024, ubicándolo entre las economías más ricas y competitivas del planeta.
El modelo singapurense también destacó por su apuesta decidida por la educación técnica y superior, con universidades de primer nivel y programas de formación dual que conectan de forma directa a jóvenes talentos con el sector privado. A estas políticas se sumó una administración de corte meritocrático y una legislación de incentivos fiscales, elementos que consolidaron a la isla como uno de los principales centros financieros y logísticos de Asia. Incluso en su sección de comentarios, lectores de ABC subrayan la rigurosidad en el manejo del gasto público y la lucha contra la corrupción como factores clave del éxito.